- El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, habló el 7 de agosto de 2019 en el Lowy Institute de Sydney. Allí afirmó que la OTAN no quisiera desplegarse en el Pacífico… pero que China “amenaza” a los miembros de la alianza.
Lo único que la prensa internacional mencionó de la cumbre del 70º aniversario de la OTAN, realizada en Londres, fueron las peleas que la antecedieron y las risas burlonas que marcaron su desarrollo. Por supuesto, eso estaba lejos de ser lo importante [
1].
En el momento de la creación de la OTAN, su secretario general, Lord Hastings Lionel Ismay, definió la función de la alianza atlántica como «
mantener la Unión Soviética afuera, a los americanos dentro y a los alemanes abajo» (
keep the Soviet Union out, the Americans in, and the Germans down) [
2]. Como ese objetivo desapareció junto con la «
patria del comunismo», se trató de presentar a Rusia como continuadora de la URSS. Después, se aceptó la idea de autorizar Alemania a disponer de su propia política. Finalmente, se planteó la extensión de la OTAN hacia el Pacífico para «
contener» a China, lo cual acaba de confirmarse.
Los insultos entre los participantes durante la cumbre de Londres dan una mala imagen de la OTAN, pero corresponden al resurgimiento de la antigua rivalidad entre Francia y Alemania. Francia pretende convertirse en gran potencia, apoyándose simultáneamente en su bomba atómica y en el Estado supranacional europeo, mientras que Alemania no puede plantearse la posibilidad de convertirse en gran potencia sin el paraguas nuclear de la OTAN [
3].
Esta situación se refleja en lo que pasa con Siria y con el Sahel.
Sobre Siria, Francia rechaza el ataque de Turquía contra los mercenarios kurdos del PKK/YPG mientras que Alemania se plantea desplegar tropas alemanas bajo control de la OTAN. Pero ni Francia ni Alemania logran avanzar y Estados Unidos sigue siendo la fuerza que controla el juego.
En el Sahel, Francia ya encuentra demasiado pesada para ella la tarea de mantener el statu quo mientras que Alemania estaría dispuesta a aumentar su propia participación… pero únicamente bajo las órdenes de Estados Unidos. En esta región sucede lo mismo que en Siria, Francia y Alemania no logran avanzar hacia sus objetivos. Todos han entendido que la retórica antiterrorista sólo esconde otra cosa: la necesidad de mantener en el poder los gobiernos actuales, que permiten a las potencias explotar los recursos de la región. Y, también en esta región, Estados Unidos se mantiene en la posición de quien da las órdenes y tiene intenciones de ser el primero en beneficiarse con la explotación de los recursos regionales.
La novedad de esta cumbre de la OTAN es la posible apertura del “frente chino”, lo cual supondría convertir la alianza atlántica en un bloque militar “atlántico-pacífico”. Según los estudios del Pentágono, sería conveniente incorporar Australia, la India y Japón a ese bloque, para cercar a China, como se hizo con Rusia. Ese proceso, que podría exigir un decenio de trabajo, acaba de comenzar con la cumbre de Londres.
Por lo pronto, el PaCom –o sea, el Mando de Estados Unidos para el Pacífico– ya fue rebautizado, en tiempos del secretario de Defensa Jim Mattis, con la denominación IndoPaCom [
4].
Más recientemente, el nuevo secretario de Defensa, Mark Esper, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, así como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, viajaron discretamente a Sydney, a principios de agosto, para tantear a los dirigentes australianos, quienes –aunque ven el asunto como un honor– parecen espantados ante la perspectiva de aceptar el despliegue de misiles nucleares en Australia. [
5].
También hubo contactos con la India y con Japón, pero resultaron mucho menos exitosos. Al mismo tiempo, Estados Unidos revisó sus políticas hacia Corea del Sur, Indonesia, Myanmar, Filipinas, Tailandia y Vietnam para propiciar acercamientos entre los ejércitos de esos países. Estos están acostumbrados a trabajar con el personal del Pentágono pero no suele relacionarse entre sí.
Pekín ya había entendido, desde 2014, que el deseo estadounidense de salir del Tratado INF era el reflejo de una política más antichina que antirrusa. Ahora ya es evidente que habrá un despliegue de misiles nucleares estadounidenses alrededor de China y que la OTAN seguirá esa política.
Para los chinos, esto es un retroceso, un regreso a la época –a finales del siglo XIX– en que Estados Unidos elaboró su «doctrina de la Puerta Abierta». En aquella época se trataba de instaurar entre los imperios coloniales un pacto para que establecieran una forma de libre competencia entre sí y para que explotaran regiones subdesarrolladas en vez de guerrear unos con otros para apoderarse de tal o mas cual territorio. Gracias a su superioridad industrial, Estados Unidos estaba seguro de lograr imponerse. Para llevar adelante esa agresión, Washington desarrolló un discurso apaciguador: apoyó «la integridad territorial y la soberanía» de los países donde quería hacer negocios y favoreció el fortalecimiento de los gobiernos locales, en la medida en que esos gobiernos eran capaces de garantizar la aplicación de los tratados desiguales. De esa manera, esos países se controlaban a sí mismos… en beneficio de Estados Unidos. La falsedad de las declaraciones de principio que emitía Estados Unidos quedó demostrada con las agresiones japonesas contra China: Washington respaldó todas las exigencias japonesas y permitió el desmembramiento del este de China.
Es precisamente aquella experiencia de haber tenido que luchar simultáneamente contra todos los imperios coloniales, coaligados contra China –incluyendo la Rusia zarista–, lo que ha llevado al presidente Xi Jinping a acercarse a su homólogo ruso Vladimir Putin, cuyo país sufrió posteriormente una agresión similar. Tanto China como Rusia están conscientes de que algún día tendrán que enfrentarse nuevamente a esas potencias. Sin embargo, el Pentágono apuesta a que, en el momento decisivo, Moscú no apoyará a Pekín. Pero esa estimación es anterior a la aparición de los misiles hipersónicos rusos.
China no se plantea esta guerra en los mismos términos que la OTAN. Su intención es desplazar el campo de batalla al terreno informático y destruir el armamento de la OTAN ampliada con una serie de ataques cibernéticos, antes de que ese armamento llegue a ser utilizado.
En octubre de 2011, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton lanzaba en
Foreign Policy su llamado a «
volverse hacia Asia» (
pivot to Asia), según el cual Estados Unidos tendría que salir de Europa y del Medio Oriente ampliado para desplegarse en el Extremo Oriente [
6]. En marzo de 2013, el consejero de seguridad nacional, Tom Donilon, exponía ese plan ante la Asia Society [
7]. El plan incluía un dispositivo diplomático y financiero: el proyecto de Acuerdo de Asociación Transpacífica.
Pero el Pentágono rectificó el tiro con rapidez: no sería cuestión de salir de una región del mundo para desplegarse en otra sino de ampliar el despliegue partiendo de una región para abarcar también la otra. En eso consistía la noción de «
reequilibramiento» (
rebalance), la única compatible con la continuación de la «
guerra sin fin» (
war without end) en el Medio Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente. Viendo que no lograba convencer, el Pentágono cortó abruptamente el debate subrayando que era imposible –desde un punto de vista presupuestario– mantener 3 frentes al mismo tiempo [
8]. Pero, desde aquella época, el Pentágono ha comprado grandes cantidades de armamento y ha venido acumulándolas en la región del Pacífico.
En cuanto llegó a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump trató de poner fin a ese espejismo sacando a Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífica. Pero el Pentágono mantiene su rumbo inexorablemente y acaba de imponer su propia visión después de 9 años de inútil palabreo.
Mientras Francia afirma, por boca del presidente Emmanuel Macron, que la OTAN está en estado de «muerte cerebral», el Pentágono acaba de iniciar la transformación del bloque militar atlántico en una organización global. Todos los países miembros de la OTAN firmaron, sin detenerse a pensarlo, la Declaración de Londres, según la cual:
«Estamos conscientes de que la creciente influencia y las políticas internacionales de China presentan simultáneamente oportunidades y desafíos, a los que tenemos que responder juntos, como alianza» [
9].
El proceso ha comenzado.
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